Cada vez que se habla de teatro infantil, en la enumeración de géneros no pueden faltar los títeres y marionetas, una especialización de larguísima tradición en el país, con sus distintas corrientes y con referentes nacionales que atravesaron fronteras y se convirtieron en artistas latinoamericanos en su integridad.

Tucumán tiene una de las pocas escuelas oficiales de títeres del país, que abrevó ya a mediados del siglo pasado de los saberes de los creadores cordobeses, cuna y factor clave para entender cómo se desarrolla esta estética en el país.

En ese concepto, dentro del 12° Festival Internacional Córdoba Teatro para la Infancia y la Juventud subió a escena “Tic Tac, el héroe del tiempo”, del bonaerense Omar Álvarez, que despliega su narración sin recurrir a las palabras, con títeres creados a partir de objetos cotidianos y proyecciones filmadas con la técnica del stop-motion (desde el despertar de la primavera hasta un bombardeo criminal), un derroche de lujo estético, casi en miniatura, para disfrutar con detenimiento.

Con preciosismo y detallista al extremo, el titiritero avanza en una historia con amores, villanos, tragedia, romance, personajes valientes que enfrentan la adversidad, ataques a traición, seducción, encuentros y desencuentros y todo lo que rodea la vida. El cuidado puesto en cada uno de los objetos en escena se traslada al trato dispensado a los espectadores, que continúa una vez terminada la obra al explicar la confección y manipulación de cada títere, sin que ello rompa la magia de lo recientemente visto; por el contrario, fue una extensión feliz para motivar a la platea pequeña a buscar los desechos domésticos y reconceptualizarlos para que se transformen en hechos artísticos.

Protagonistas y antagonistas cuentan una lucha por el control del mundo, elocuentemente presentado en un globo terráqueo para que no haya dudas, que va creciendo en intensidad hasta culminar en una guerra brutal y una pelea cuerpo a cuerpo (bueno, títere a títere en este caso). El bueno es un reloj despertador de herencia familiar (perteneció a la abuela materna del titiritero) y el malvado, un viejísimo celular, y en el resto del elenco aparecen una lámpara de noche, un tubo de teléfono, una copa de cristal y un celular táctil mas moderno, algunos de los cuales evocan a “Alicia en el país de las maravillas”.

La pelea abarca también conceptos como el valor del tiempo, la importancia del amor, la construcción de los vínculos y la puja entre la fecunda imaginación infantil y el agobio y la sobresaturación de datos de las redes sociales e Internet (incluyendo la oferta sexual, sutilmente -como todo en esta obra- presentada en el escenario), con la denuncia implícita del capitalismo.

Con movimientos limpios y simples, Álvarez atrae al público a su mundo de belleza conceptual y contenido ideológico, de un modo sutil, dejando de lado el discurso frontal y -en cambio- un amplio espacio para la interpretación individual. Una vez que lo sumerge en el relato, todo discurre sin exigencias ni ataduras.

Caminata

La grilla de espectáculos aportó además una experiencia lúdica performática autoguiada para mayores de 11 años, “Estelas en el tiempo - un juego urbano BiNeural-Monokultur”, que invita a recorrer una zona de Córdoba para develar los entretelones de un misterio. La seductora posibilidad de compartir la experiencia con desconocidos apuntaba, en sí misma, en encontrar mecanismos de colaboración entre los participantes, reunidos en grupos de seis personas que salían cada 20 minutos del punto de origen (el Salón de los Gobernadores) hasta la cercana Plaza Cielo Tierra, pero con varios pasos de por medio que se debían cumplir en un plazo de 75 minutos (una mezcla de Escape Room al aire libre con una búsqueda del tesoro en escala real).

Las pistas tenían elementos casi esotéricos -como supuestos viajeros del espacio- mezclados con estatuas clásicas griegas y un homenaje a un músico referente cordobés, con un recorrido por la parte del Parque de Las Tejas que remite a las estrellas, y que permite conocer una zona distinta y con una atractiva oferta histórica en la ex residencia de los mandatarios constitucionales de la provincia y otra pata relacionada con el espacio, en el Centro de Interpretación Científica, una iniciativa conjunta de la Universidad Nacional de Córdoba y del Gobierno.

Planteado como un viaje en la dualidad espacio-tiempo, con la consigna de agudizar la percepción y los sentidos, los objetivos previstos por Ariel Dávila y Christina Ruf se alcanzan, aunque se entra en debate acerca del aporte artístico de la propuesta.